Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

domingo, 15 de junio de 2014

Nueve milímetros, de Agustín García Meana (Reseña nº 658)



Agustín García Meana
Nueve milímetros (asesino a sueldo)
Libralia, 2014

Tuve ocasión de comentar a este autor hace unos meses, tras la lectura de otra de sus obras: Quinquis. Me gustó su narrativa y la puesta en escena de sus personajes, y no descarté leer sus publicaciones posteriores.

Este autor asturiano ha vuelto a escoger la ciudad de Gijón como escenario de la obra, y la época en que se desarrolla nos lleva a situarnos en los últimos años del pasado siglo, a tenor de la moneda de cambio empleada por el protagonista (las antiguas pesetas en lugar del actual euro). 

En Nueve milímetros (asesino a sueldo) el autor narra los acontecimientos que se suceden en torno a la figura de «Cardo», un asesino a sueldo que regresa a su ciudad decidido a dar por finalizada su etapa de sicario mediante un último trabajo. Desea comenzar una nueva vida, más estable emocionalmente a la vez que alejada del ámbito criminal y policial a la que está habituado. No obstante, el precio que habrá de pagar por su decisión será muy alto. Las circunstancias de las últimas horas constituirán un gran obstáculo que harán impensable la realización de ese proyecto de vida reposada y tranquila.

La lucha por el control del narcotráfico, la prostitución como algo habitual en el entorno del personaje principal, la lealtad consigo mismo y con aquellas personas tan desarraigadas como él, y el celo profesional de un comisario, más atento a las idas y venidas del sicario que a la relación con la esposa, hacen de esta novela una gran fuente de entretenimiento a la que el lector se verá sujeto irremediablemente o, como se suele decir: enganchado a su lectura.

Personalmente me gusta la facilidad con la que Agustín García es capaz de narrar gran cantidad de acontecimientos que transcurren en tan corto espacio de tiempo. Apenas unos días, los navideños. Sabe manejarse con el léxico correspondiente al ámbito social en el que ubica los hechos y en el perfil de los personajes, en las descripciones en las que intervienen escenas sexuales, sin remilgos lingüísticos… Y sabe, asimismo, hacernos empatizar con el personaje principal, a quien dota de una sensibilidad extraordinaria a pesar de su profesión de asesino.

Quizá los lectores encuentren un exceso de muertes en esta historia, aunque tal vez mi opinión a este respecto se deba a mis pocas lecturas de este género negro del que no soy precisamente asidua. No obstante, es una obra que recomiendo y de la que dejo estas breves líneas que el autor pone en boca de su protagonista Ricardo Sánchez Montoya (Cardo):

La vida en sí, toda ella, es una jodida mierda. O no, quién sabe. Por lo que a mí respecta me tocó la parte fea, esa con la que nadie quiere bailar. Quizás mi destino era acabar vagando por la vida. ¿Hay algo más triste que caminar por la vida sin rumbo? Sí, sufrir ese camino. Esa ha sido la parte que me ha tocado jugar y, joder, para mi desgracia, la he sabido jugar tan bien que hoy, me miro en el espejo y no veo más que un andrajo de mierda. No soy más que una piltrafa cada día un poco más hundida en el fango; en un fango que alguien me dispuso y en el que yo, sin oposición, me sumergí. La vida me robó la ilusión, me hurtó los sueños y me dispuso un camino, equivocado, pero fácil para alguien cuya moral no era más que un residuo del pasado.



Lola Estal

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